Ausentismo escolar e involucramiento familiar: una urgencia silenciosa
El ausentismo escolar en nuestro país ha alcanzado cifras alarmantes que no han logrado revertirse desde la pandemia. Si bien, según un reporte nacional del Mineduc, el porcentaje de inasistencia grave de los estudiantes (menos de 85% de asistencia), disminuyó en el 2024 de un 33% a un 27,7%, continúa siendo una cifra muy alta y preocupante, evidenciando un fenómeno que va más allá de lo coyuntural: estamos frente a una crisis silenciosa que amenaza el derecho a la educación y el futuro de miles de niños, niñas y adolescentes.
Este escenario nada alentador, lejos de ser una simple estadística, se manifiesta en aulas semivacías, en estudiantes desmotivados y en docentes sobrepasados. Se expresa, también, en el aumento de problemas de salud mental, en el crecimiento de situaciones de violencia escolar, y en una desconexión profunda entre el sistema educativo y las familias.
A pesar de los esfuerzos desplegados por el Ministerio de Educación, las respuestas aún no han sido suficientes para revertir esta tendencia a nivel nacional. Porque esta es una problemática compleja, multicausal y profundamente arraigada en dimensiones sociales, económicas, familiares y culturales. Por eso, las investigaciones internacionales coinciden en que la única forma de enfrentarla efectivamente es con un enfoque multinivel, integral y sostenido en el tiempo.
Desde Fundación CAP, con 15 años de experiencia implementando el Programa Aprender en Familia en escuelas, salas cuna y jardines infantiles, hemos comprobado que uno de los factores más potentes —y a menudo subestimado— es el involucramiento familiar desde el establecimiento educacional. No se trata solo de abrir las puertas del colegio a las familias, sino de construir verdaderas comunidades educativas donde escuela y hogar compartan un propósito común: el bienestar y aprendizaje de sus hijos. Este trabajo colaborativo, sistemático y basado en herramientas concretas, ha demostrado ser transformador. Así lo avala la evaluación de impacto del Programa, realizada por J-PAL (Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab), que mostró efectos positivos en múltiples dimensiones: mejora del aprendizaje, aumento significativo de la asistencia a clases y disminución de la violencia escolar y familiar. No es un hallazgo menor: es una evidencia robusta que demuestra que cuando las familias se involucran activamente en la educación de sus hijos, el ausentismo y la deserción pueden prevenirse.
Estamos convencidos, como Fundación CAP, de que la alianza entre escuela, familia y comunidad no es un complemento: es el corazón del cambio. Necesitamos motivar, sensibilizar y generar condiciones para que cada niño y niña quiera —y pueda— estar en la escuela. Y esto es una responsabilidad compartida, que debe convocar al Estado, al sector privado y a la sociedad civil. Solo así podremos fortalecer el sistema educativo, garantizar el derecho a la educación y construir un futuro más justo y equitativo para todos.
María José Castro Rojas
Directora Ejecutiva de Fundación CAP